de Ricardo Hardoy
Transcribo algo que escribí sobre nuestra (por favor dejame que diga nuestra) querida Shiva Mai.
Shiva Mai demostró que la verdadera espiritualidad no tiene nacionalidad y con una valentía indeclinable bramó a los cuatro vientos el mensaje de una devoción a Dios sin fronteras ni dogmas particulares.
Sin la menor vacilación, dedicó su vida a la ardua tarea de hacernos comprender aquello que dijera el Swami Vivekananda, que solo vive de verdad aquel que vive para los demás y que el resto está más muerto que vivo, y dejó un legado en la mente de cada uno de sus discípulos con el sello imborrable de la genuina búsqueda interior.
Supo ser una magnífica arquitecta de hombres y mujeres, moldeando sus mentes con su dulce e intensa voz, con su inspirador toque y con su ejemplo, dando nueva forma al carácter de quienes tuvieron el privilegio de buscar su compañía.
Su vida y su prédica han dejado un inigualable tesoro en el corazón de quienes recibieron su guía y su cariño, un tesoro que nadie va a poder robar, que nada va a poder deteriorar y que, con el paso del tiempo, solo se va a acrecentar.
Un abrazo,
Ricardo
Amigo, así como te lagrimearon los ojos ayer, charlando sobre Shivamai en la puerta del ashrama, igualito me lagrimean a mí leyendo esta maravilla que escribiste.
ResponderEliminarSerá que el laburo que hacen estos arquitectos en los cachos de cascotes que somos, después de todo, va surtiendo su efecto.
Tu texto ya está subido al blog.
Muchas gracias, hasta siempre.
Fede