sábado, 18 de septiembre de 2010

"Solo vive de verdad aquel que vive para los demás" (Swami Vivekananda)

de Ricardo Hardoy

Transcribo algo que escribí sobre nuestra (por favor dejame que diga nuestra) querida Shiva Mai.

Ella es la única mujer argentina que conocí que tuvo la inspiración, la habilidad y la extraordinaria fuerza de voluntad necesarias para traer a nuestro país, de mayoría católica, un mensaje de la milenaria cultura espiritual de la India y transmitirlo a decenas de argentinos y argentinas que lo hicieron propio, dando a sus vidas un giro de ciento ochenta grados, transformando su extroversión en un canto para el alma, en una búsqueda interior casi impensable para nuestra idiosincracia futbolera y discutidora.

Shiva Mai demostró que la verdadera espiritualidad no tiene nacionalidad y con una valentía indeclinable bramó a los cuatro vientos el mensaje de una devoción a Dios sin fronteras ni dogmas particulares.

Sin la menor vacilación, dedicó su vida a la ardua tarea de hacernos comprender aquello que dijera el Swami Vivekananda, que solo vive de verdad aquel que vive para los demás y que el resto está más muerto que vivo, y dejó un legado en la mente de cada uno de sus discípulos con el sello imborrable de la genuina búsqueda interior.

Supo ser una magnífica arquitecta de hombres y mujeres, moldeando sus mentes con su dulce e intensa voz, con su inspirador toque y con su ejemplo, dando nueva forma al carácter de quienes tuvieron el privilegio de buscar su compañía.

Su vida y su prédica han dejado un inigualable tesoro en el corazón de quienes recibieron su guía y su cariño, un tesoro que nadie va a poder robar, que nada va a poder deteriorar y que, con el paso del tiempo, solo se va a acrecentar.

Un abrazo,

Ricardo
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domingo, 12 de septiembre de 2010

Shivamai visita a Zulma Faiad

Shivamai, esta vez invitada al programa de Zulma Faiad, en el año 1993.
Gracias SiddhaRobert por compartir todo este material en Youtube!



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sábado, 4 de septiembre de 2010

Todo está sujeto a cambio


Shivamai siempre repetía: “todo está sujeto a cambio”.
Cuando uno aprende algo a través de una experiencia, la mente tiene la tendencia a tomar eso como una verdad estática y eterna, y espera que siempre se mantenga así.
Pero el mundo es dinámico, siempre cambiante. Nosotros mismos también lo somos, y lo sabemos. A pesar de eso, cuando nos enfrentamos a que las cosas no son como esperamos nos sentimos frustrados o dolidos.
“Todo está sujeto a cambio” funciona como un antídoto contra esta actitud mental equivocada.

Hay cientos de ejemplos, ocasiones en que ella aconsejaba una cosa, y en otro momento decía lo contrario. Nos preparaba, creo yo, a que estemos siempre alertas, siempre capaces de discernir por nuestra propia cuenta, viviendo el momento presente.
En los años 90, cuando la Fundación estaba en Estados Unidos al 2400, había una Sala de Meditación. Si la Fundación entera era un lugar con una energía muy auspiciosa, en esta Sala de Meditación la shakti (energía o poder) lo era más aún: uno de esos lugares benditos en los que la mente se calma automáticamente.
 

Shivamai hacía mucho hincapié en que, al llegar a Pratibha, lo primero que debíamos hacer era ir a la Sala a meditar aunque fuera un rato. Incluso tenían que hacerlo también quienes residían ahí de manera permanente. En la Recepción había enmarcada una nota escrita de su puño y letra: “Cuando llegues, antes de comenzar lo que venís a hacer a la Fundación, pasá a la Sala de Meditación unos minutos, y si sos residente también. Si leés esto por favor comentalo a otros. Shivamai”





Insistió durante mucho tiempo en que tener esa Sala era un gran privilegio que no podíamos desaprovechar, y que era fundamental para que pudiéramos hacer nuestro servicio en la Fundacion de la manera correcta.
 

Pero hasta esto también cambió. Un tiempo después, Pratibha era un lugar de pura actividad que no tenía Sala de Meditación. Una vez me encontró meditando frente a una puja (altar). Me hizo levantar y me dijo: “Acá se viene a hacer servicio. Si querés meditar, andá a tu casa.”
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viernes, 3 de septiembre de 2010

El Toldo


Han pasado muchos años y aún me cuesta hablar de este episodio.
La Fundación Pratibha funcionaba desde hacía poco en la casa de la Orden Ramakrishna. Era una casa muy antigua de estilo chorizo con un gran patio.
Por aquella época me tocó estar a cargo de la Dirección de la Fundación junto con mi amiga Graciela Dizac.
Shivamai venía a Buenos Aires en contadas oportunidades y daba un programa denominado “Shakti Yoga”. En una de sus visitas nos dijo: “Habría que cubrir este patio con un toldo, para poder usar este lugar para dar programas”.

Nosotras contestamos que cotizaríamos el trabajo y lo haríamos según los fondos disponibles -dábamos vueltas para concretar las cosas desde los inicios.
Nuestra actitud para dar respuesta no fue la mejor, no fue la correcta, no entendimos lo que significa el pedido de un Maestro.
Al poco tiempo llegó Shivamai para hacer un Shakti Yoga, y decidió celebrarlo en el patio. El toldo no estaba construido.
Nadie imagina lo que yo sentí con su mirada cuando nos dijo: “Pero cómo, ¿no hicieron el toldo?” Fue un profundo dolor, un fracaso, una falta imperdonable para con alguien que lo entrega todo.
Pero lo más fuerte de la experiencia estaba por venir.
Llego el día. Un sábado a la tarde se abrieron las puertas de la casa para recibir a cientos de personas que aguardaban entrar para recibir “Shakti Yoga”.
El cielo estaba despejado, con algunas nubes pequeñas por cierto. Comienzó el programa. Contemplé a Shivamai sentada en medio del patio tocando a cada persona con las plumas de pavo real, cuando detecté tremendas gotas de lluvia estrellándose contra el suelo y sobre el cuerpo de mi Maestra.
Me sentí morir.
En el cielo, que estaba absolutamente despejado, había una gran nube oscura posada justo arriba de ella, que descargaba como lanzas sus gotas de lluvia, en un perfecto chaparrón.
Muy pronto comenzaron a llegar los paraguas para Shivamai.
No podía creer lo que estaba pasando. La lección fue aprendida con experiencia directa.
 

Un antiguo dicho reza:
Hay tres clases de discípulos,
Los que hacen lo que el Maestro quiere antes de que se los pida.
Los que hacen lo que el Maestro quiere cuando el Maestro se los pide.
Los que no hacen lo que el Maestro quiere ni aunque se los pida.
Yo era de tercera clase.
Si tenés la Gracia en esta vida de haber tenido un Maestro, hacé todos los esfuerzos, sacrificios y renuncias necesarios y ¡date cuenta!, antes de que sea demasiado tarde, para ser un discípulo de primera clase.

¡Gracias Shivamai! A tu servicio siempre.
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miércoles, 1 de septiembre de 2010