Han pasado muchos años y aún me cuesta hablar de este episodio.
La Fundación Pratibha funcionaba desde hacía poco en la casa de la Orden Ramakrishna. Era una casa muy antigua de estilo chorizo con un gran patio.
Por aquella época me tocó estar a cargo de la Dirección de la Fundación junto con mi amiga Graciela Dizac.
Shivamai venía a Buenos Aires en contadas oportunidades y daba un programa denominado “Shakti Yoga”. En una de sus visitas nos dijo: “Habría que cubrir este patio con un toldo, para poder usar este lugar para dar programas”.
Nosotras contestamos que cotizaríamos el trabajo y lo haríamos según los fondos disponibles -dábamos vueltas para concretar las cosas desde los inicios.
Nuestra actitud para dar respuesta no fue la mejor, no fue la correcta, no entendimos lo que significa el pedido de un Maestro.
Al poco tiempo llegó Shivamai para hacer un Shakti Yoga, y decidió celebrarlo en el patio. El toldo no estaba construido.
Nadie imagina lo que yo sentí con su mirada cuando nos dijo: “Pero cómo, ¿no hicieron el toldo?” Fue un profundo dolor, un fracaso, una falta imperdonable para con alguien que lo entrega todo.
Pero lo más fuerte de la experiencia estaba por venir.
Llego el día. Un sábado a la tarde se abrieron las puertas de la casa para recibir a cientos de personas que aguardaban entrar para recibir “Shakti Yoga”.
El cielo estaba despejado, con algunas nubes pequeñas por cierto. Comienzó el programa. Contemplé a Shivamai sentada en medio del patio tocando a cada persona con las plumas de pavo real, cuando detecté tremendas gotas de lluvia estrellándose contra el suelo y sobre el cuerpo de mi Maestra.
Me sentí morir.
En el cielo, que estaba absolutamente despejado, había una gran nube oscura posada justo arriba de ella, que descargaba como lanzas sus gotas de lluvia, en un perfecto chaparrón.
Muy pronto comenzaron a llegar los paraguas para Shivamai.
No podía creer lo que estaba pasando. La lección fue aprendida con experiencia directa.
Un antiguo dicho reza:
Hay tres clases de discípulos,
Los que hacen lo que el Maestro quiere antes de que se los pida.
Los que hacen lo que el Maestro quiere cuando el Maestro se los pide.
Los que no hacen lo que el Maestro quiere ni aunque se los pida.
Yo era de tercera clase.
Si tenés la Gracia en esta vida de haber tenido un Maestro, hacé todos los esfuerzos, sacrificios y renuncias necesarios y ¡date cuenta!, antes de que sea demasiado tarde, para ser un discípulo de primera clase.
¡Gracias Shivamai! A tu servicio siempre.
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